"La forma del agua" (La forma dell'acqua, Andrea Camilleri, 1994)

Mi primera incursión en la obra de Andrea Camilleri se la debo a mi amiga Carmen, quien me regaló hace un par de años un ejemplar de "El perro de terracota". No obstante, ya conocía al personaje gracias a la serie televisiva de la RAI interpretada por Luca Zingaretti. Este año me he propuesto profundizar en la obra de Camilleri intercalando las novelas del comisario siciliano con otras lecturas. "La forma del agua", primera novela de la serie, me ha confirmado las dos referencias que me vinieron a la mente cuando leí "El perro de terracota": el comisario Maigret, de Georges Simenon, y el detective Lew Archer, imaginado por Ross MacDonald. Al igual que su homónimo del Quai des Orfèvres, Montalbano está rodeado de un variopinto grupo de colaboradores con más o menos peso en la trama de las novelas, pero cuyas vidas privadas interfieren frecuentemente en el desarrollo de los casos y sobre los que el personaje principal ejerce una tutela paternal, aunque el tópico quiera que el carácter meridional haga que las formas bruscas y malhumoradas del comisario vigatés disten mucho de la educada firmeza de Jules Maigret. Otra cosa que tienen en común estos dos esforzados funcionarios es la importancia que conceden al interrogatorio, aunque creo que Montalbano los afronta de una forma más compasiva, como una forma de comprender, más que como un medio para resolver el crimen. Porque eso es otra cosa que llama mucho la atención en las dos novelas de Camilleri que he leído y que he apreciado en la serie televisiva: en las novelas de Montalbano el enigma no siempre es el crimen, porque a veces ni siquiera existe un crimen que resolver. Precisamente es este el ingrediente de "La forma del agua" - y también de "El perro de terracota" - que me ha traído a la memoria las novelas de Lew Archer, la naturaleza del enigma. Al igual que en las novelas de MacDonald, el crimen, cuando existe, es la consecuencia de un hecho lejano, el último acto de algo que pudo iniciarse años antes, incluso décadas. En Camilleri falta, por suerte, cierta reminiscencia de trauma freudiano que se aprecia muy claramente en las novelas del americano, pero conserva esa idea de la verdad como forma de curación. Volviendo a los personajes, me ha sorprendido que uno que será muy importante en las próximas novelas - a juzgar por el peso que tiene en la serie de la RAI - sea presentado casi en off: el subcomisario Mimì Augello, que regresará de sus vacaciones en el tramo final de la novela para disgusto de un atribulado inspector Fazio. En cuanto a la novela, me he encontrado con una obra emotiva y entretenida que me anima a volver pronto a Vigàta, provincia de Montelusa, a continuar disfrutando de las pesquisas del dottore Montalbano y sus atribulados colaboradores.

Comentarios

marina vrana ha dicho que…
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